Buenos hábitos VS genética
En nuestra mente existe lo que Freud llamó el “ideal del yo”, una condición que la persona debe cumplir para ser considerada valiosa, según explica el psicólogo y psicoterapeuta Rodrigo Córdoba Sanz en su blog. Conseguirlo nos da seguridad. Y pensar que el gimnasio y dejarse la piel en él nos puede ayudar parece una buena idea. Pero, ¿cuánto podemos mejorar con el ejercicio físico?
Está claro que la capacidad de mejora no es infinita, sino todos podríamos ser campeones
olímpicos, pero no se trata de ser derrotistas ni de tirar la toalla. No todos contamos con los mismos mimbres para llegar a determinados objetivos , mas el margen de mejora existe, condicionado, en mayor o menor medida, por ciertos factores (pero existe). La clave radica en establecer metas realistas y apostar por la constancia.
Esa es la buena noticia. Nuestro cuerpo tiene capacidad para cambiar, aunque quizás no al nivel que tenemos en mente, influenciados por la publicidad y redes sociales. Una de las batallas mas importantes que tenemos que librar es contra nuestras expectativas. Ahora bien, de ahí a usar nuestra genética como excusa para no intentarlo, hay un abismo.
¿Hasta dónde hacemos caso a nuestra genética?
Con estas afirmaciones sobre la mesa, pensar que esos kilos de más están determinados por nuestro ADN suena a excusa para perezosos y conformistas. Nuestro contenido genético no es inalterable ni rígido. Está demostrado que las mitocondrias de nuestras células tiene una gran capacidad para cambiar merced a una variable de la ecuación: los hábitos. Los genes avisan de una tendencia, pero no de un desenlace inevitable. ¿Cuánto cambia un gen en 30 años? Nada, ¿entonces por qué en España ha aumentado tanto la obesidad en estas últimas décadas? Achacar esto a la genética es absurdo. El estilo de vida y otros componentes ambientales son cruciales.
Partimos de una base genética que nos aporta un perfil, un somatotipo, que es la materia prima con la que debemos trabajar. Los expertos coinciden en distinguir 3 tipos de cuerpo. Los endomorfos, tienden a acumular grasa fácilmente, concentrándose sobre todo en el abdomen, las caderas y los muslos. Los ectomorfos son delgados y tiene miembros largos, poco provistos de grasa y musculatura poco desarrollada. Los mesomorfos, son atléticos por naturaleza, torso fuerte, hombros anchos, suelen acumular poca grasa y tienen facilidad para desarrollar masa muscular. La mayoría de las personas se mueven en rangos intermedios y en una mezcla de varios morfotipos, en definitiva esto nos puede dar la clave de qué puede esperar o llegar a conseguir.
“No te pongas límites fuera de la lógica, establece metas fáciles de alcanzar y, cuando lo hayas logrado, busca otras que te motiven”, recomienda Andrés Fernández, director de formación de la Federación Española de Actividades Dirigidas.
A título personal añadiré que considero importante encontrar placer en el camino que nos lleva a ir alcanzando esos objetivos, de esta forma conseguirlo será más fácil y no nos cansaremos de perseguirlos.
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